Preparando la masa, esta vez sin miedo
Precalienta el horno a 190 °C.
Engrasa bien el molde para muffins con mantequilla o aceite en spray.
En un bol grande, bate los huevos. Añade la leche tibia y la mantequilla derretida. Mezcla bien.
En otro recipiente mezcla: harina, maicena, polvo para hornear, sal y ajo en polvo.
Vierte los ingredientes secos sobre los húmedos. Mezcla suavemente con una espátula hasta que no veas harina seca. No sobrebatas.
Añade el queso rallado y mezcla solo lo justo para integrarlo.
Llena los moldes hasta ¾ de su capacidad.
Hornea entre 20 y 25 minutos, hasta que estén dorados y al insertar un palillo salga limpio.
Deja reposar en el molde 5 minutos y luego pásalos a una rejilla.
Algunos consejos que aprendí a la fuerza
Engrasa bien el molde. No subestimes este paso.
No sobrebatas. La masa debe quedar con algunos pequeños grumos.
Añadidos extra: cebollino picado o trocitos de beicon los llevan a otro nivel.
Congelación: se pueden congelar envueltos individualmente. Para disfrutar, descongela y calienta unos segundos en el microondas.
Un final feliz para un desastre culinario
Estos muffins se han convertido en un clásico en mi casa. Los preparo para desayunar el fin de semana, como merienda o incluso para acompañar una sopa o una ensalada. Son increíblemente versátiles.
Pienso en cómo un plato que nació de un error se ha convertido en una fuente de satisfacción tan grande. Quizás las mejores recetas no son las que seguimos al pie de la letra, sino las que adaptamos, las que hacemos nuestras a través de la experiencia, los fallos y los aciertos inesperados en la cocina.
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